En 2024, la economía mexicana creció 1.2% según las cifras reportadas por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). La de Estados Unidos, la aún más grande del mundo, creció a un ritmo superior al doble. Durante el último trimestre del año anterior la producción se contrajo 0.6% respecto a los tres meses previos. Esto nos indica que la primera parte de la recesión ya se dio. En el mismo caso, para la economía coahuilense el escenario es muy similar, pues según lo reportado por el Indicador Trimestral de la Actividad Económica Estatal (ITAEE), el último trimestre de 2024 reflejó un crecimiento anualizado de 0.1%, pero mostrando una contracción de -1.3% respecto al trimestre anterior. Así, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) publicó su perspectiva económica de marzo, haciendo énfasis en el choque global que las políticas comerciales proteccionistas de Estados Unidos podrían implicar y, en consecuencia, en el impacto que las medidas compensatorias con la que los países respondan. La organización recortó la perspectiva de crecimiento económico global de 3.3% a 3.1% para este año y de 3.3% a 3.0% para 2026. En el caso mexicano, las cifras no son mas alentadoras, pues se proyectan dos años consecutivos de contracción económica, con caídas de -1.3% para 2025 y de -0.6% para 2026. En el escenario de que las medidas arancelarias no se concreten, el escenario es mas dócil, pues la proyección señala un crecimiento de 0.1% en 2025 y 0.8% en 2026. A pesar de la poca claridad de los criterios para establecer si una economía se encuentra en esa fase específica del ciclo económico y del carácter rezagado de su medición, todo parece indicar que la economía mexicana ya se encuentra en ella o cerca de la misma. Si bien los ciclos económicos son inevitables, las políticas públicas, la estructura productiva y la integración de México en el comercio global juegan un papel crucial en determinar la magnitud y la durabilidad de su crecimiento. Si bien el T-MEC había brindado certeza para las relaciones comerciales con Estados Unidos y Canadá, hoy se encuentra sumido en la incertidumbre sobre el futuro del sector exportador del país. Ante el surgimiento de estos nuevos retos, la política económica interna del país debe apuntar hacía la modernización de reformas regulatorias estructurales para la base productiva y propiciar las condiciones de infraestructura y energía necesarias para la llegada de inversión privada, tanto nacional como extranjera, que garanticen mercados internos más fuertes. Las reformas para mejorar la educación y el desarrollo de competencias, reducir las restricciones en el mercado laboral que dificultan la inversión y la movilidad laboral, así como la inversión en investigación y desarrollo también son esenciales para mejorar la productividad. Estas son las principales claves del crecimiento sostenido, no obstante, los choques externos, la falta de regulación en los principales sectores estratégicos y la inestabilidad interna han desincentivado la llegada de capital necesario para transformar los propios sectores clave de la economía. El diálogo continuo entre las principales autoridades en materia de cooperación internacional podría garantizar que los recientes ajustes a las políticas comerciales no obstaculicen significativamente el nivel de integración de México.
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